A la memoria de Pepe
Entre los días 6 y 8 de mayo tuvo lugar el cuarto
entrenamiento de 2016 de la Sociedad Ebropescadores. El lugar elegido para este
social fue el Embalse de Mequinenza, concretamente el Coto Alla Dins, en el
Barranco de Valcuerna.
Dio la casualidad que en esta ocasión fuimos pocos los que
finalmente nos reunimos en este social. Al parecer, la falta de cobertura de
los móviles y la lejanía tuvieron algo que ver, aunque lo cierto es que un
poquito de recepción de los móviles se podía conseguir (Fernando, como es
habitual, es el que más tenía ¡y dentro del bivie!). En fin, se echó de menos a
los incondicionales de los sociales y buenos amigos, lo que produjo un
acontecimiento realmente extraño: ¡me sobraron cervezas!
Yolanda y yo llegamos a eso de las 19:00 h. del viernes, con
el tiempo justo para saludar a los compañeros y patear un poco la orilla con el
fin de buscar el puesto que produjera mejores vibraciones (no habíamos estado
allí antes). Decidimos uno un poco alejado del resto de pescadores, sobre todo
porque intuíamos que allí cerca pasaba el cauce y era un spot que no quería
despreciar. Se echó la noche y algunas gotas de lluvia, que hicieron que la
paliza de bajar los trastos al puesto, montar la casita y preparar todo fuera a
contrarreloj. Así las cosas, no pude sondear y, ante la duda de qué tenía
debajo del agua, decidí simplemente pescar con mallas de PVA a distintas
distancias con la esperanza de que se delataran las carpas en una profundidad u
otra. La noche pasó sin picada, aunque tuve la precaución de levantarme justo
al amanecer para observar por dónde andaban nuestras amigas. Localicé peces de
porte muy lejos, fuera del alcance de pesca, y, tras sondear con la boya, me
hice un esquema bastante preciso. El cauce lo tenía más cerca de lo que pensaba
y esto me daba un par de spots que podían ser interesantes.
Preparé en concreto tres cebaderos no muy grandes: uno en el
cauce, donde pescaban las cañas de Yolanda (una en medio del cauce y otra en la
subida de enfrente; estos spot lo cebé con la pala); otro a 4’5 metros, donde
fue a parar una de mis posturas; y, finalmente, otra a 6 metros, todo lo lejos
que pude (lanzando con vadeador desde el agua). Lo que en el fondo quería hacer
era mover a los peces grandes de esa zona tan lejana y atraerlos poco a poco a
un spot más cercano y cómodo, como hacen los pescadores de coup. La composición
del cebadero fue la clásica de 50% de boilies (25% de 14 mm. y 25% de 20 mm.;
mezcla de salados caseros y dulces comerciales), 25% de pellets y comida de
perros, y 25% de mezcla de semillas (un tercio de semillas pequeñas, otro de
maíz y otro más de chufas). En las posturas, cebos rápidos para tocar peces
cuanto antes: pellets, boilies solubles, pop ups.
La jornada, en lo que a pescar se trata, pasó sin pena ni
gloria; pero en lo relativo a las charradas de pescadores, comilona en grupo y
cotilleo de equipos y macutos de los colegas fue, como siempre, estupenda.
Mención especial merece el caldero de patatas y costillas con que nos agasajó
Yolanda, que compartimos todos en amena charla, como queda dicho. Los
pastelitos rosas (¡con drogaína!) de Fernando endulzaron el café y prepararon
la siesta.
Estaba ya con la idea de recebar cuando arrancó una caña, la
lejana. Salió un pez, que si la memoria no me falla, fue de 6’700 kilos, y que
suponía la pieza mayor; puesto que hasta el momento solo habían salido peces
hasta los 4 kilos aproximadamente en los puestos de los compañeros más cercanos
a la cola. Eran ya cerca de las 18:30 h. y decidí jugármela al todo por el
todo: cambié las bobinas de los carretes por otras con líneas más finas y todas
las cañas fueron a parar a la zona más lejana. Y empecé a cebar grueso solo con
boilies (un tercio de 14 mm., dos tercios de 20 mm.) y unos puñados de chufas.
Fácilmente serían cerca de la veintena de cohetazos. Las posturas esta vez
fueron bolas de 20 mm. todas en snowman; tres con boilies salados comerciales
(de los famosillos y diez euros el kilo) y otra, también comercial, dulce.
La noche demostró que la estrategia fue acertada. Creo que
fueron siete peces más, entre ellos una común de 9 kilos y una royal de 9’5
kilos, que guardaré en mi memoria como un verdadero trofeo; el resto, entre 3 y
6. Los peces fueron increíblemente luchadores y esto, unido a las líneas
débiles y anzuelos tirando a pequeños, me hicieron alargar las luchas con los
peces, llevándome incluso a ensalabrar peces veinte metros alejados de mis
picas. Curiosamente, picaron a todas cañas, con excepción de la que iba cebada
con dulce. Cada picada fue respondida con veinte bolas con el cobra, aunque no
creo que llegara a la zona que estaba pescando. Por lo demás, seguro que por la
noche las cañas no cayeron en los spots tan lejanos, pues no me metí con el
vadeador. Creo que conseguí acercar a los especímenes que estaban
inalcanzables, como era mi plan. De haber tenido fuerzas y carecer de total
compasión por la privación de sueño a la que sometí a la sin par Yolanda,
scópex de mi corazón, que además estaba pachucha, debía haber seguido cebando
grueso con el cohete para mantener a los peces en la zona, pues estaban
claramente comiendo como leones.
Así, aunque algo tardanos (la segunda noche fue el verdadero
punto de inflexión), salieron peces en todos los puestos. Antonio pesó una
señora carpa de 7’800 kilos y David vio cómo Yaiza le mojaba la oreja con peces
muy bonitos también. Fernando no tuvo mucha suerte y el mejillón cebra le privó
de sacar varios peces. Los nuevos compañeros de la Almunia, al igual que Javier
y Rubén, sacaron bastantes peces también durante el fin de semana, aunque las
más grandes esta vez no quisieron acercarse por sus cebaderos (cosa extraña en
estos hermanos cracks; aún recuerdo las crónicas de sus primeras sesiones en
Quinto…).
El domingo, con la idea de que no nos iríamos muy tarde,
decidí solo recordar los spots con algo de cebado; aunque, eso sí, de nuevo
apostando por los especímenes y no por sacar peces sin importar el tamaño. Pasó
el día con un par de picadas más de peces en torno a seis kilos, y una última
picada muy prometedora que perdí al cortarme el mejillón cebra el puente a
escasos metros de la orilla. A pesar de este sinsabor, me fui con la sensación
de que fue una sesión redonda: primavera, escenario que recordaba al Caspe de
mis años mozos, compañerismo, buenas viandas y una estrategia que quisieron las
carpas hacerme creer que fue acertada. ¡Larga vida al carp!
Txonio
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