jueves, 7 de diciembre de 2017

X Social Temporada 2017

Entre los días 10 y 12 de noviembre tuvo lugar el décimo entrenamiento de la Sociedad Ebropescadores en el escenario deportivo del Embalse de Valdabra, un pequeño embalse acotado cerca de Huesca. La predicción del tiempo auguraba frío y mucho viento: ¡perfecto!


Era para nosotros un escenario desconocido. Sabíamos que no era un sitio de peces récord, pero que llamaba la atención por su belleza y la nobleza de sus peces. El viernes por la mañana nos reunimos a la entrada de Huesca José Ramón, Pedro, Alin y Antonio, que encontramos el camino en caravana. Una vez en el embalse, que estaba completamente vacío, decidimos ir a la orilla con más vegetación. La recorrimos andando y comprobamos que era cómoda para estar todos juntos en feliz comunidad, incluyendo a los pocos ebropescadores que vendrían más tarde, como Orlando. Los elegantes José Ramón y Pedro, que abrían la expedición, nos permitieron elegir el puesto, cediendo el puesto más amplio para dejar los dos coches, y que a la postre resultó también ser clave para encontrar los peces.


Era media mañana y hacía un sol estupendo. Estuvimos sondeando con la boya y comprobamos que el embalse era un plato, más profundo hacia la derecha. En nuestra zona llegábamos a una profundidad de cinco metros y pico. Como pensamos que los peces estarían en la zona más profunda, decidimos cebar un poco para atraerlos a nuestro puesto. Así, cayó al agua una mezcla de boilies, pellets y micropellets, comida de perros y semillas, de las cuales era casi todo maíz bien fermentado y un poco de semillas pequeñas, también muy fermentadas (ummmm…). Los boilies eras caseros con base de pescado, en 20 mm. y buena parte de los mismos cortados por la mitad. Llevaban en una especie de remojo tres días, lo que había hecho que se ablandaran y que olieran mucho. El remojo, también casero, era un batido de atún en aceite de girasol, sal, azúcar, esencia de vainilla, un poco de remojo comercial picante y cayenas trituradas, así como un poco de agua para facilitar que tuviera la consistencia para remojar las bolas. Guardamos también un bote de este remojo para la sesión, que echamos a la mezcla descrita.




La zona cebada fue amplia: una línea que unía los dos puestos, donde irían dos de nuestras cañas. Otra, la lanzamos más cerca de la orilla y la otra completamente fuera del cebadero. La idea esta vez era tener un cebadero de acción rápida para atraer, pero, sobre todo, mantener comida en el cebadero, pues pensamos que los peces no se animarían a comer hasta al día siguiente. No vimos apenas saltos ni nada que invitara a pensar que los peces estaban activos. Y por la tarde cambió el tiempo, que ahora traía mucho viento y una bajada muy importante de las temperaturas. También trajo un zorro hambriento, que se zampo en dos sentadas el cebado que dejamos en un cubo: primero se comió los boilies y luego, las semillas. Luego visitó a Orlando para el postre, y dio buena cuenta de las salchichas de un bocadillo, del que dejó el pan, el muy sibarita.

A la mañana siguiente, preparando la cafetera al romper el día (¡qué grande es este momento!), se vio algún salto y daba la sensación de que los peces se habían despertado un poco. Confiados en que el cebadero hubiera hecho su trabajo, decidimos cebar un poco para excitar el instinto de alimentarse. Echamos unas cuantas bolas de engodo. Y a la media hora o así después, tuvimos la primera picada. Esta nos dio una gran alegría, pues confirmaba que los peces se habían activado.



Así, volvimos a cebar ligero con la primera mezcla, intentando fijar los peces en el pesquil. Y hubo al par de horas otra picada. Luego, Alin nos preparó un caldero de costilla de cerdo y patatas, que nos reunió a todos en torno al mismo y una ensalada y vinito que trajeron los compañeros, amén de postres y cafés. La comida se interrumpió con una picada en las cañas de Alin, que fue un pez muy bonito y el mayor hasta el momento de la sesión. Los peces comían boilies dulces y salados indistintamente, en fondante.



A los postres, vino la Guardia Civil. Nos alegró doblemente: el sitio está vigilado y amablemente nos desearon suerte, después de comprobar que todos los papeles estaban en regla. La tarde fue de mucho frío y viento, perfecta para ver películas de miedo en la tableta. Con tantas horas de oscuridad, fue un auténtico maratón fílmico: dos documentales de pesca, dos películas de zombies y trece capítulos de una serie…


Al amanecer, hubo una picada en las cañas de Antonio. Fue el mayor pez de la sesión, de 5’750 kg., que vino enganchada a una rama y una línea con una cucharilla enorme dentro de la boca del pez. Tuvo suerte de ser pescada esa carpa, pues no sin mucho esfuerzo conseguimos quitarle las ancoras clavadas y curarla con antiséptico.


Aún hubo tiempo para otra picada, que fue la última, en las cañas de Alin, pero este le cedió sacar el pez a José Ramón, que pasaba por allí. Un bonito detalle. En total, cinco peces en nuestras cañas, y ninguna picada en las del resto. Está claro que los peces se movieron por nuestra zona, y que el sitio es más importante que el pescador. El próximo día, José Ramón, Pedro, elegís primero vosotros. Gracias. ¡Larga vida al carp, weys! (¿Adivináis qué serie vimos durante doce horas?).




Alin y Antonio


1 comentario:

  1. Mis 2 webs (sin publicidad) pueden interesar a ustedes: yofrenoelcambioclimatico.blogspot.com (MENOS es MEJOR) y plantararboles.blogspot.com, un manual para reforestar, casi sobre la marcha, sembrando semillas de árboles autóctonos en zonas deforestadas, baldías, más o menos cercanas al lugar de su recolección. Salud. José Luis Sáez

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